lunes, 23 de septiembre de 2013

Los ojos del mar





A estas alturas ya sobra decir que me gustan las playas, el mar abierto, los muelles, las calas, pero como un charco de los de aquí de toda la vida no hay nada. Un buen charco de rocas, con todos los tonos de azul, verde, marrón, gris o dorado que puedas imaginar. Con el agua llenándolo y vaciándolo poco a poco, con pequeñas cascadas interiores, con zonas más profundas y otras más superficiales, con toda la vida interior que puede llegar a generar: plantas, moluscos, peces, híbridos que emergen de la roca con mil tentáculos, piedras de todos los tamaños y colores. Charcos para remojarte o simplemente para contemplarlos igual que si miraras al fondo de unos ojos, con mil reflejos de luz, pequeñas contracciones como de pupila, emociones contenidas o derramadas, brillos de alegría o de furia. Charcos mansos, charcos desbordados, recipientes de la fuerza del mar, ojos de la marea. 



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