jueves, 11 de octubre de 2012

Todas las mareas

Acabo de cumplir un año de jubilada, disfrutando de la vida sin horarios, sin prisas, solo las que marca la propia vida, y son muchos los lujos de verdad, no de relumbrón, que me han caído encima como una lluvia sanadora. Estoy disfrutando de las mañanas, las tardes y las noches como nunca lo había hecho, y sin fecha de caducidad, como ocurría antes en época de vacaciones; esa es la gran diferencia. Pero lo mejor de todo es que me traigo puestas todas las mareas de la mayor parte del año; todas las pleamares y las bajamares me han bañado en distintos lugares, y ahora en octubre  sigue  siendo así. Vivo siguiendo el ciclo lunar y no uso reloj. 

Otros años, aunque procuraba desconectar en verano, siempre sentía ese ruido de fondo de la preparación del curso siguiente y de la inquietud por las condiciones de trabajo. Ahora mi mesa de trabajo está muy despejada. Donde había libros de texto, materiales curriculares, fichas de alumnos y agendas, tengo una selección de novelas y junto a la tumbona que puse en la azotea tengo un kit de cuidado personal: cremas, pinzas, lima, espejito de diez aumentos (lo llamo “la verdad de la vida”): todo lo que utilizaba en estos años a la carrera en momentos puntuales.

Estoy despejando mi casa de cosas que no pienso volver a utilizar y la vida y la mente se me están ampliando. Siento como si se hubiera desplegado un enorme abanico ante mis ojos: hay mil posibilidades para elegir. Tengo tiempo para contactar con personas de las que no había vuelto a tener noticias durante años y para pasear y contemplar con calma lo que me rodea y también para tomar distancia dándome algunas escapadas fuera de la isla. Cada mañana decido lo que voy a hacer ese día o, por lo menos, cómo lo voy a empezar, para dejarme llevar luego por lo que surja.

Es la libertad, la ausencia de horarios, la vida pura y dura, que ya suele traer por sí sola bastantes obligaciones y deberes. La vida plena, como me dijo mi amigo Pepe Junco. 

Pero todo a mi aire: el tiempo es mío.


  

2 comentarios:

  1. Felicidades, ya me tocará...y lo celebraré también. Besos

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  2. Muchas felicidades, Lolina. Tú cumples tu primer no-curso y yo, el cuarto. Sorprendida estoy por lo rápido que pasa el tiempo, cuando el tiempo es tuyo. Aún con las obligaciones y deberes de la vida diaria, como bien dices. Mis actividades de jubilosa jubilada son muy distintas a las tuyas, pero son a mi aire también.
    Una buena amiga y compañera del Instituto me dijo, años antes de jubilarnos: "Charo, vamos a comprar tiempo con la jubilación". ¡Qué razón tenía!. Sobre todo, el que nos ponía en vilo al acercarse el comienzo de cada curso, el que dedicábamos a informes que exigía la Administración educativa y, luego, nadie leía, el de las reuniones tediosas, repetitivas, y que no llevaban a ninguna parte... Ese es el tiempo que más compré y me alegro de haberlo hecho. Felicidades, otra vez, y a seguir así. Un abrazo.

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