jueves, 27 de diciembre de 2012
El espíritu de la Navidad
Todavía añulgada* con los polvorones que no debí haberme comido, despido la Nochebuena, la Navidad y todo lo demás hasta fin de año con el firme propósito de no meter en mi boca nada sin contar antes hasta cien. Ahora toca preparar una cremita de calabacín y tirarse a la calle a resolver asuntos que va dejando una para estos días y a buscar algunos regalitos, aunque en casa no haya niños para disfrutar los Reyes. Este año no me pierdo la cabalgata de La Laguna con su derroche de desastres no anunciados (camellos desbocados, reyes escurriéndose por el lomo con cara de pánico, caramelazos a dar,…) porque hace un par de años que no la vemos.
Y entre recado y compra voy a la oficina de Caixacanarias de la calle Carrera y me encuentro una cola enorme de gente conocida a la que saludo; cojo número y vuelvo tres veces entre recado y recado sin que me toque (fui a enmarcar unos cuadros, a comprar unos regalos, a buscar lotería). Con la cantidad de gente en paro que hay y esa oficina con cuatro empleados para todos los que aguantamos con una paciencia digna de Job.
Por la noche nos acercamos a Majamón. Había poca gente. Pedimos jamón, tortilla y vino (ya olvidamos los buenos propósitos). En la mesa de al lado una pareja mayor que nosotros termina su cena y él se acerca a la barra a pagar. Entonces ella, que estaba de espaldas, se vuelve hacia nosotros y dice:
-Para una vez que lo invito a tomar algo me dejo la cartera en casa. El pobre vino invitado y tiene que pagar. Porque nosotros tenemos nuestro dinero separado. Yo, cuando me casé, puse la casa y los muebles, bastante buenos por cierto, y a él le toca poner la comida. Y así llevamos ya cuarenta y nueve años casados, con cuatro hijos y dos abortos, que en el último yo decía: “Tuve un aborto y no lo expulsé” y nadie me hacía caso, hasta que tuvieron que hacerme un legrado, que lo pasé fatal.
En este punto el marido vuelve a la mesa y se van. Damos las buenas noches y deseamos feliz año nuevo y nos quedamos atónitos por la cantidad de información confidencial emitida en tan poco tiempo sin necesidad ninguna. Terminamos la tortilla y nos retiramos a casita.
Bendita Navidad que abre los corazones de la gente y desata las lenguas.
*Se usa en Las Palmas como atragantarse. En el Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias se recoge como añulgarse, añujarse, añugarse y añusgarse para distintos puntos de las islas. En el DRAE aparece solamente añusgarse. Es la palabra perfecta para expresar la sensación que te deja comer polvorones, gofio o huevos duros sin algo líquido para acompañar.
sábado, 15 de diciembre de 2012
Navidades raras
Pero raras, raras… No hay más que ver lo que
circula este diciembre por facebook, y eso que solo les adjunto un par de
cosas. Resulta que ni siquiera sabemos si habrá Navidad, porque hay una amenaza
de fin del mundo para el día 21. Y una con la lotería del 22 comprada. Por si fuera poco lo que hemos soportado los
ciudadanos en 2012, encima puede que sea el último año de nuestra vida:
despedida con traca.
Todavía me queda la duda de si será una maniobra del gobierno para que elijamos trato en vez de muerte. De lo que sí estoy segura es de que este fin de año lo vamos a celebrar, si llegamos, como si nos quitáramos un peso de encima, aunque ya estén anunciando mil desastres para 2013. Que pase todo rápido, por lo menos. Como cuando traen algún dulce a casa y me lo como deprisa para acabar de una vez con la tentación.
Navidades sin dinero para grandes celebraciones, ágapes y regalos rumbosos. Se acabaron las comidas con los compañeros de varios trabajos, con los vecinos, con los amigos, y los regalos de amigos invisibles, de Papá Noel y de Reyes. Navidades para replantearse las cosas.
Todavía me queda la duda de si será una maniobra del gobierno para que elijamos trato en vez de muerte. De lo que sí estoy segura es de que este fin de año lo vamos a celebrar, si llegamos, como si nos quitáramos un peso de encima, aunque ya estén anunciando mil desastres para 2013. Que pase todo rápido, por lo menos. Como cuando traen algún dulce a casa y me lo como deprisa para acabar de una vez con la tentación.
Navidades sin dinero para grandes celebraciones, ágapes y regalos rumbosos. Se acabaron las comidas con los compañeros de varios trabajos, con los vecinos, con los amigos, y los regalos de amigos invisibles, de Papá Noel y de Reyes. Navidades para replantearse las cosas.
¿Cuántos años nos hemos quejado de que el tiempo de vacaciones se iba en compras y obligaciones absurdas? Pues aquí tenemos la excusa perfecta para librarnos de todo eso. ¡Vamos a pasar las vacaciones reuniéndonos con la gente que queremos, yendo a la playa, a esas costas calentitas que tenemos a dos pasos; paseando por nuestros preciosos montes; haciendo ejercicio al aire libre o descansando de todo el estrés acumulado; reponiendo fuerzas para los nuevos abusos, recortes y movilizaciones de 2013!
Por lo menos que nos cojan sanos, unidos y descansados.
domingo, 9 de diciembre de 2012
Baño de otoño
Por fin. Después de un año entero esperando despertarnos con una llovida de esas laguneras de verdad y disfrutarla metidos en la cama, sin tener que salir corriendo a la calle -como teníamos que hacer durante nuestros cuarenta años de vida laboral-, llegó un otoño de los de verdad y hemos tenido varias mañanas de esas soñadas durante muchos meses: escuchando la lluvia desde la cama.
Y aunque todavía seguimos disfrutando de
baños en el mar, decidimos hacer una pausa para sumergirnos de lleno en este precioso otoño de posma,
musgo, chubascos y humedad.
Así que una mañana nos metimos en el monte -bien abrigados, bien acompañados y bien equipados- a coger setas. El monte nos recibió con una preciosa y mullida alfombra de pinocha y hojas que ocultaba setas de muchos tipos. Y el bosque, húmedo y neblinoso, nos ofreció su extensa gama de verdes, marrones, ocres y morados.
La cesta se fue llenando de níscalos y boletos que los expertos nos enseñaron a reconocer durante el paseo. Subimos y bajamos laderas, recorrimos barranquillos apartando ramas y sorteando troncos y compartimos allí mismo una comida campestre para reponer fuerzas y dar otra batida en las primeras horas de la tarde.
Cuando hubo suficiente nos refugiamos al calor del fuego de la preciosa casa de los amigos y preparamos la mesa para la cena. Hablamos, reímos, cantamos, cocinamos, comimos y bebimos y ya tarde nos recogimos en casa, nos dimos una ducha caliente y, metidos en la cama oyendo llover de nuevo, compartimos las sensaciones de nuestro maravilloso primer baño de otoño.
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