Y vuelvo a aparecer por aquí diez años después, que ya es mucho, y más teniendo en cuenta todo lo que ha llovido. Hoy entré al blog para leer mi experiencia de recién jubilada, Todas las mareas, y me vi en el mismo punto pero sin mi madre, mi hermana, algunos amigos, gente querida que se ha ido en este tiempo pero que sigue estando presente de otra manera. Han ocupado el lugar mis nietas Celia y Vera, mellizas, alegría y alboroto dobles, seres luminosos que vienen llenos de sorpresas y parecidos familiares: esa risa, esos cantos, esa prudencia revividas y nuevas a la vez, llenando hasta el último resquicio del tiempo de sus padres y abuelos. Una amante del mar como yo no podía ofrecerles más que un regalo, el mismo que recibí en mi jubilación: todas las mareas. Y aquí estamos, viviendo tan cerca del mar como es posible, viéndolo a todas horas, desde todas las ventanas, oyéndo su respiración, su arrullo o su estruendo día y noche, aprendiendo a nadar, buscando tesoros entre los charcos, jugando en la playa, recogiendo jallos de las mareas, creando recuerdos y sensaciones como las mías de La playa de enfrente, continuando la vida.